martes, 14 de junio de 2016

EL VOTO VISCERAL Y LOS INDECISOS DECIDIRÁN EL 26-J






Lejos quedan los tiempos cuando se votaba como un deber y con alegría, algo que el 26-J brillará por su ausencia por culpa de la cansina campaña electoral que los ciudadanos venimos sufriendo desde diciembre y el desencanto que predispone a votar más “contra” que “a favor”, siendo que la elección del voto estará muy condicionada por el miedo que unos fomentan, el revanchismo que otros promueven o bien la rabia que ha animado a muchos a migrar de partido.

De las cuatro formaciones aspirantes a gobernar, es el PP quien menos incertidumbre siente ante el futuro, por contar con un cupo de votos fijos independientemente de la corrupción y sea quien sea quien designe el partido como cabeza de lista. Al menos, eso reflejan las encuestas que confieren al PP la pírrica satisfacción de ser el partido más votado, sin que la insufrible pasividad del pasmado Mariano Rajoy repercuta en los votos de los incondicionales.





Por su parte, la socialdemocracia representada por el PSOE —la misma que Podemos quiere usurpar en su fluctuante y engañosa indefinición ideológica— parte como la formación más damnificada del pelotón de salida al haber obtenido en diciembre sólo cinco millones y medio de votos que ponen la cosas muy difíciles para Pedro Sánchez y convierten en una apetecible quimera los siete millones que en 2011 obtuvo Rubalcaba, y que entonces se contemplaron como un fracaso.

En lo que respecta a Podemos, Pablo Iglesias ha sido maquiavélico al afianzarse —siempre según las encuestas— como la segunda fuerza política, a expensas de los votos prestados de Izquierda Unida y los trasvasados desde el PSOE, más por los errores de los socialistas que por méritos propios. Hay algo en Podemos que recuerda a lo que, en los albores de la democracia, sucedió con el PSP de Tierno Galván, aunque con ciertas diferencias. Así, el Partido Socialista Popular y Podemos coincidirían en que ambos partieron de un proyecto teórico nacido en la Universidad y sin antecedentes de un contacto con la realidad política al carecer de experiencia de gobierno. Sin embargo, y como diferencias, destaca que el partido de Tierno se definió como marxista desde sus inicios,  y también la sensatez del viejo profesor que le impulsó a asociarse con el PSOE, mientras que Pablo Iglesias —más codicioso— no sólo oculta su leninismo —sin negarlo— sino que finge tender la mano a los socialistas para luego —presuntamente— absorberlos como ha hecho con Izquierda Unida.

Y ya por último queda Ciudadanos, un pulcro y ambiguo comodín que, llegado el momento, podría apoyar tanto al PSOE como al PP, algo que Albert Rivera no se molesta en ocultar.

En esta coyuntura, todo apunta a que serán los indecisos quienes decidan la gobernabilidad el 26-J, pues según un informe publicado por El Electoral, el 9 de junio, más de 9 millones de personas aún no habían decidido su voto, y entre ellos, el 33 % dudaba entre votar al PSOE o a otro partido, lo que equivale a decir que el PSOE sería el partido con más votantes potenciales entre los indecisos. Tras él, un 25,1 % de indecisos podrían votar a Ciudadanos, un 21,9 % al PP y un 20 % a Unidos Podemos y las confluencias.

Es decir, nada estará decidido hasta la madrugada de la noche electoral cuando, según Iñaki Gabilondo, Pedro Sánchez se vea forzado a elegir entre suicidarse apoyando a Podemos o al PP, pronóstico agorero que, de entrada, parece una declaración de intenciones.



Alberto Soler Montagud
Médico y escritor








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