miércoles, 17 de febrero de 2016

Podemos bloquea maquiavélicamente el pacto de izquierdas que finge querer.






Durante su comparecencia ante los medios de comunicación del pasado lunes, Pablo Iglesias se esforzó por dar la impresión de que nada mundo le importaba más que llegar a un acuerdo con Pedro Sánchez (“me voy a dejar la piel para lograr un acuerdo con Sánchez”) y se mostró incluso leal (“espero de corazón que Pedro Sánchez sea mi presidente”) durante el acto de presentación del documento con el que pretende negociar con el candidato socialista para formar un Gobierno de coalición (documento que hizo llegar a los líderes de las principales fuerzas políticas, incluido Sánchez, antes de convocar la rueda de prensa).

Sin embargo, y tras una aparente actitud conciliadora, era fácil descubrir en Iglesias una puesta en escena en la que se había estudiado hasta el nudo de la corbata medio suelta que exhibía,  pues si bien su talante y las palabras que empleaba parecían mediadoras y bienintencionadas, su lenguaje no verbal era el de un macho alfa autoritario escoltado por una guardia pretoriana (tal cual ya sucedió en la rueda de prensa que concedió tras su  entrevista con el rey), un negociador severo que exigía para si una súper-vicepresidencia desde la que, además del CNI, el CIS, el BOE y RTVE, pudiera coordinar a policías y jueces contra la corrupción a través de unas atribuciones más propias de un primer ministro que de un número dos del Gobierno.

Escuchando y viendo actuar a Pablo, me reafirmé en la convicción de que su intención era obtener la máxima cuota de poder o, en el peor (o tal vez mejor) de los casos, allanar el terreno para unas nuevas elecciones que, según todos los sondeos, beneficiarían a Podemos. Es decir, sibilinamente, Iglesias mostraba interés por lograr un gobierno del cambio cuando, en realidad, lo que hacía era bloquearlo a base de plantear exigencias imposibles en sus propuestas.

No deberíamos llevarnos a engaño con el juego de tronos que desde el 20-D han puesto en marcha Podemos, PSOE, Ciudadanos y también el Partido Popular a través de  un conato de falsas negociaciones que funcionas más por recados transmitidos en ruedas de prensa o tertulias que no a través de auténticas comisiones de trabajo. Se trata de un juego de poder en el que, aparentemente, todo está en manos de Podemos sin que tengan un interés real por llegar a ningún pacto, algo que ya quedó en evidencia por la soberbia de Pablo Iglesias en su primera rueda de prensa y que también se ha puesto de manifiesto en la de este lunes.

Todo apunta a que Podemos se encuentra en la segunda fase de su implantación como gran partido (la primera fue acabar con Izquierda Unida), una fase en la que es palmaria su obsesión por provocar una división interna en el PSOE para luego machacarlo en unas elecciones anticipadas, y también una fase en la que, de momento, a Podemos le sería indiferente que el PP gobernara de nuevo  o no, cuando lo prioritario para ellos es convertirse en la primera fuerza de la izquierda como en su día lo fuera el PSOE. Luego vendría la tercera fase, es decir, vencer a la derecha o alternarse con ella en el poder si este fuera el caso. Así de sencillo, aunque, en cualquier caso, lo que finalmente ocurra no sólo dependerá de Podemos sino de la capacidad del resto de la izquierda para trabajar unida y, por supuesto, en manos del electorado si de nuevo se le convoca a las urnas.



Alberto Soler Montagud
Médico y escritor

No hay comentarios:

Publicar un comentario