lunes, 29 de septiembre de 2014

Sigo sin confiar en Podemos




Sigo sin confiar en Podemos porque no les considero una opción real de gobierno, pero me encanta que estén ahí. Este podría haber sido el titular del presente artículo, pero finalmente lo he reducido a cinco palabras.

Viene ello a colación de que el partido que lidera Pablo Iglesias ha suscrito un documento según el cual renuncia a presentarse a las elecciones municipales para “preservar la marca Podemos” y concurrir sólo a autonómicas y generales “minimizando riesgos y maximizando nuestras oportunidades”. El recién nacido partido contempla las elecciones municipales como una “tarea complicada” y se niega a construir candidaturas a golpe de “redes clientelares, dedazos, imposiciones o acuerdos bajo mesa” aunque, curiosamente, se sientan capaces de concurrir a las autonómicas y a las generales.

Tal vez a Podemos le venga grande el traje de su repentino éxito y carezca de infraestructura para organizar unas listas fiables para acceder a las alcaldías de los más de 8000 pueblos y ciudades españolas; y puede que por ello hayan dicho que concurriendo a las municipales “no ofrecería a los ciudadanos plenas garantías”. Pues bien, demos por válidas ambas premisas y admitamos como lógica la negativa de Podemos a presentarse a la totalidad de municipios españoles pero, ¿por qué no hacerlo sólo en los ayuntamientos de la ciudades más emblemáticas siendo que van a concurrir a las elecciones autonómicas y que añadir unas cuantas listas más –en este caso las de las principales capitales– no les obligaría a recurrir a  “redes clientelares, dedazos, imposiciones o acuerdos bajo mesa”?

Sin duda, la retirada de las municipales es una estrategia para ganar tiempo y retrasar las primeras decepciones que surjan en su millón y pico de votantes si ahora les correspondiera pactar alcaldías con el riesgo de comportarse como cualquier partido de la casta que censuran. La renuncia a las municipales es una táctica de dilación para retrasar el inevitable choque con la realidad que irremediablemente tendrán que asumir cuando les toque mojarse y actuar más allá de sus planteamientos teóricos, inevitablemente populistas en muchos de sus matices.

Cuando Podemos argumenta que aun no tiene una infraestructura para asumir la gestión de los miles de  ayuntamientos que podrían conseguir, sin duda dicen la verdad. Pero también la dirían si reconocieran que su deseo es aplazar un fiasco que pueda decepcionar a su electorado y dañar a su inmaculada marca. Por ello, aunque dejen huérfanos a un millón doscientos mil votantes que no podrán elegirlos para sus ayuntamientos, en Podemos presumen de no ser un partido ávido de poder, hábil estrategia de quienes en muy pocos meses han creado una nueva formación a partir de los sectores residuales de una izquierda anticuada, mire usted por donde ahora que IU (la misma que Podemos quiere fagocitar) parecía más homologada que nunca con las democracias occidentales y más distanciada de comunismos radicales y socialismos tercermundistas que nada tienen que ver con la Europa del siglo XXI.



Alberto Soler Montagud
Médico y escritor

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