martes, 24 de septiembre de 2013

¿Nos engaña el papa Francisco?











Los pobres, el inmenso poder material de la de la Iglesia, el papel de la mujer en la institución, la homosexualidad o los nuevos modelos de matrimonio, ocupan a teólogos y no teólogos desde que el jesuita Francisco fue nombrado papa y se pronunció sobre tan controvertidos temas. Incluso la denostada Teología de la Liberación ha sido objeto de cierto reconocimiento a través de la audiencia concedida por el nuevo pontífice a su fundador, el teólogo Gustavo Gutiérrez.


¿Estrategia de lavado de imagen?


A pesar de que Francisco haya dicho de si mismo “jamás he sido de derechas”.

A pesar de declarar que “si una persona es homosexual y tiene buena voluntad, quién soy yo para juzgarla”.

A pesar de que reivindique los derechos del individuo con frases como: “Dios nos ha hecho libres. No es posible una injerencia espiritual en la vida personal”.

A pesar de decir que la iglesia está “obsesionada” con ciertos  temas y que “no podemos insistir sólo en cuestiones referentes al aborto, al matrimonio homosexual o al uso de anticonceptivos”, temas de los que “he hablado mucho y he recibido reproches por ello.”

A pesar de todo ello son muchos quienes ven en la actitud de Francisco una estrategia de lavado de imagen. Yo mismo recomendaba en un reciente artículo, que se considerara con optimismo pero con mucha cautela el aperturismo de este papa tan sencillo y austero en apariencia.


Prevención ante la intransigencia

Desde el laico agnosticismo que profeso, quisiera creer que los gestos del papa argentino son auténticos y no una sibilina estrategia dirigida a captar los millones de fieles que han abandonado el redil. 

De otro lado, por lo poco o nada que me vincula al catolicismo (mis padres no quisieron que se me bautizara sin dar yo el consentimiento, algo infrecuente en un español nacido en los años cincuenta) y porque soy un escéptico con predisposición laica y una propensión agnóstica a seguir el dictado de la razón, necesito tiempo y más datos para darle credibilidad a ese Santo Padre que se deja fotografiar en un viejo cuatro latas como si fuera un hippy o un misionero.






He censurado muchas veces al catolicismo por su hipocresía, su apego al pasado, al poder material, su querencia por los ricos en detrimento de los pobres, su incoherencia y, sobre todo, por su intransigencia al rechazar lo que dicen quienes no piensan como ellos.

Es precisamente por ello que no quisiera caer en sus errores y actuar como un intransigente. Y como tal me comportaría si censurara al nuevo papa tanto por seguir las consignas de sus predecesores (lo que no ha sucedido), como por actuar como un reformista (tal y como está haciendo) sin al menos conceder una oportunidad para que el tiempo y los hechos pusieran en evidencia si Francisco es un farsante o una buena persona.


Colofón 

Tal vez dentro de mi habite un iluso, un idealista, un crédulo dispuesto a aceptar como posible un deseos y luego venga el batacazo. Soy consciente de ello.

Pero no voy a ser intransigente de entrada y concederé un margen de tiempo para procesar la información que perciba de los actos espontáneos mas allá de la actuación de una farsa si en verdad la hay. Y si el batacazo llegara a producirse, sería el primero en decirlo. Que a nadie le quepa duda. 


Alberto Soler Montagud

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