martes, 28 de mayo de 2013

HOMOFOBIA SE ESCRIBE CON "H" DE HIPOCRESÍA












Recordemos que en 2005, nuestro país fue pionero en legalizar el matrimonio homosexual, en cumplimiento de un programa electoral que concedía gran preponderancia a los derechos individuales y sociales. Sin embargo, conforme esta modalidad de matrimonio se ha intentado abrir paso en la legislación de distintos países, ha salido a la luz un rechazo irracional a la homosexualidad como recientemente ha sucedido, para sorpresas de muchos,  en la misma Francia que enarbola con orgullo la liberté, egalité, fraternité  como lema oficial de su República. Consideremos que en 2013, ser homosexual es ilegal en el 40% (casi la mitad) de las naciones del mundo, y que en muchas de ellas son frecuentes los arrestos, palizas o asesinatos de los gays e incluso (en países como Arabia Saudí, Yemen o Irán, entre otros) las prácticas homosexuales se castigan con pena de muerte.


Homofobia a la francesa.

Es llamativo que en la moderna y librepensadora Europa, cuya vertebración social se fundamenta en la libertad, la tolerancia y la integración, los homosexuales sigan sintiéndose discriminados en su cotidianeidad. 

Sorprende que Francia esté sufriendo el efecto devastador una cruzada anti matrimonios gay que –incentivada desde los obispados– ha calado en un amplio sector de la población y ha conseguido que sintonice un heterogéneo colectivo que abarca desde el centro derecha hasta el extremismo mas radical del Frente Nacional e incluso los simpatizantes de la arcaica OAS (Organisation de l'Armée Secrète), un grupo terrorista de inspiración fascista.


¿A quien beneficia un retroceso en los derechos sociales?

Que en Francia se estén perpetrando en 2013 actos homófobos violentos, debe hacernos pensar cuan fácil es el retroceso y la pérdida de unos logros sociales que tantos años (a veces generaciones) nos han costado alcanzar.
Sin ir mas lejos, en nuestro país se pretende implantar la asignatura de la religión católica en los colegios como muestra del resurgimiento de unas esencias franquistas que muchos añoran y constituyen la antítesis del espíritu laico que debe imperar en la enseñanza.
Y mientras tanto, la Iglesia Católica, satisfecha, se empecina en perpetuar un anacrónico desfase al erigirse de nuevo guardiana de la moral reguladora de los poderes civiles que tanto le gusta controlar.


La hipocresía es inherente a la moral católica

Hipócritas y proclives al discreto encubrimiento de sus debilidades, a las conferencias episcopales no les preocupa la homosexualidad en sí (sólo hay que ver como la toleran en su seno) sino que esa “desviación” se proclame abiertamente hasta ser una opción sexual legítima y un derecho ciudadano.
Pero, claro, que van a decir esos fariseos mojigatos cuando, desde hace casi dos milenios, los llamados hombres de Dios han practicado sexo según sus tendencias (eso sí, con discreción) mientras defendían el celibato y proclamaban en los altares que sólo era lícito el acto sexual dentro del matrimonio bendecido por la Iglesia y únicamente entre un hombre y una mujer.



Defender los derechos inalienables del hombre y la mujer

Es imperativo que desde las instituciones democráticas se defienda la integración social de las diversas orientaciones sexuales y se preserven los derechos de todos los seres humanos, sin distinción de sexo, raza, credo o condición. Para ello, es necesario hacer oídos sordos a las imposiciones religiosas y laicas retrógradas que intentan implantar su moral como cimiento de la rancia sociedad que fomentan causando dolor a quienes no se ajustan a sus moldes.

Educar a los niños en el respeto al otro

Hay que educar a los niños en las aulas; no impartiendo ninguna religión sino inculcándoles enseñanzas que no impregnen sus neuronas de clichés impuestos por dogmas que sólo pretenden controlar las voluntades a través técnicas sectarias que impelen a adocenar a la ciudadanía, y fomentan el miedo a pecar y a sufrir las consecuencias de sus transgresiones.

Un niño debe ser consciente de detalles tan simples como que expresar afecto por alguien de su mismo sexo no pone en peligro su virilidad (curiosamente, en el caso de las niñas siempre ha habido más tolerancia en las manifestaciones de efusividad amistosa).  Éste y miles de pormenores más con los que la hipócrita moral impuesta por el conservadurismo castra la espontaneidad que permite al hombre ser libre, deben erradicarse de cuajo.

Estamos en la obligación de inculcar a esos infantes, futuros adultos de la postreras generaciones, que el derecho de elegir una preferencia sexual no es un asunto exclusivo de homosexuales y lesbianas sino una responsabilidad que compete a la sociedad en pleno. 

Hay que enseñar a los niños que la homosexualidad no es una parodia de la heterosexualidad. 
Que no hay sexos superiores o inferiores sino simplemente ‘distintos’.
Que la igualdad es lo verdaderamente importante. 
Porque llegar a elegir libremente la sexualidad de cada cual, es un derecho que ha costado mucho sufrimiento, tanto que nadie debe soportarlo ya nunca más. 




Alberto Soler Montagud



No hay comentarios:

Publicar un comentario