martes, 2 de octubre de 2012

LOS ANTIDISTURBIOS NO SON PSICÓPATAS







La actuación de las fuerzas policiales, y en especial la violencia con que procedieron algunos agentes en las manifestaciones vinculadas al 25-S, ha reavivado una polémica que tilda a los policías de represores cuando no son mas que unos funcionarios pagados por el Estado para que mantengan el orden amén de ejecutar ciertos 'trabajos' que a nadie le apetece hacer. Es así como nace la hipocresía de quienes condenan la violencia y al mismo tiempo la aprueban, a veces en silencio, mientras sean otros quienes se manchen las manos de mierda y aporreen a la gente.



Polis buenos, polis malos

Es obvio que en el cuerpo policial habrá individuos despiadados que disfrutarán al cargar contra los ciudadanos, pero no olvidemos que también encontraremos individuos así en el gremio de horneros, maestros, taxistas, abogados, fontaneros, sacerdotes y, en suma, en todos los colectivos sociolaborales habidos y por haber.

Aunque hay quienes insisten en que todo se resolvería desenmascarando a los ‘policías malos’ y apartándolos del servicio (algo que de hecho ya se hace), que nadie se lleve a engaño, pues quitarle la placa a todos los 'polis malos' no resolvería el debate existente a colación de la violencia policial y solo serían 'polis buenos' quienes repartieran leña entonces si así se les ordenaba. No van por ahí los tiros, ya que solo quienes gobiernan y dan las órdenes tienen en sus manos evitar que con “la razón de la fuerza” se reprima violentamente la “la razón que esgrimen los débiles”. 

Los policías solo son ejecutores sin mas responsabilidad que la inherente al incumplimiento de su trabajo o de la normativa que lo regula.


Peones en un tablero de ajedrez

Cuando a una Unidad de Intervención Policial se le ordena el desalojo de una plaza que está ocupada por manifestantes, no se espera que los antidisturbios 'piensen' sino solo que limpien la zona a intervenir. Y si se les pide que actúen con 'contundencia', los policías deberán obedecer sin rechistar porque son los peones de un juego de ajedrez cuyas piezas mueven los mandos policiales, los delegados de Gobierno y el ministro del Interior.

Que algunos agentes puedan ser unos ‘psicópatas’ con casco y porra sería tan irrelevante como que un porcentaje de alborotadores antisistema (entre los cuales habrá también ‘psicópatas’) se entremezclen con los manifestantes y cometan tropelías. Si en base a estas conjeturas llegáramos a la conclusión de que 'todos' los policías son unos matones con licencia y 'todos' los manifestantes unos hijos de puta que queman contenedores y revientan marchas pacíficas, sin duda estaríamos cometiendo un error.


Estrés agudo policial

No es mi objetivo defender la labor de los policías ni tampoco criminalizarlos, sino solo analizar su trabajo en un contexto sociológico concreto y dejar claro que las responsabilidades habrá que exigirlas a quienes mueven las piezas y dirigen el cotarro.  

Independientemente de ello, quiero dejar constancia de que estos funcionarios públicos se huelen exponenerse a situaciones límite en las que dos estímulos contradictorios (lo que “me ordenan” mis superiores, versus lo que me dicta “mi conciencia”) desencadenan unas respuestas atávicas inherentes a la condición más irracional del ser humano. Son reacciones que van asociadas a los mecanismos que regulan el estrés y el instinto de supervivencia. Pero este es un tema sobre el que ya escribí en febrero de 2012 en un artículo al que remito desde aquí y en el que no insistiré.


La policía cumple órdenes

Partamos pues de la base de que un policía ejecuta lo que se le ordena y que de él (o de ella) no se espera que piense sino solo que obedezca. 

Sopesemos también que los cuerpos policiales son necesarios para garantizar el orden social en cualquier sistema, ya sea el más democrático como el más dictatorial. Siempre ha sido así y  lo seguirá siendo.

Tengamos en cuenta por último la necesidad de que las actuaciones policiales se ajusten a unas leyes que garanticen las libertades y los derechos de los ciudadanos y que no es misión de los policías elaborar dichas leyes ni enjuiciarlas. Igualmente sucede con las órdenes que reciben: se cumplen y punto.


Policía represiva y policía democrática

La diferencia entre un estado policial represivo y otro democrático estriba en que, en el segundo, no se vulneran las libertades del individuo y se promueve aquello que lo caracteriza y define como un Estado de Derecho.

En este contexto, no importa lo que piensa el policía cuando ejecuta una orden sino que los altos mandos que las dan respeten las reglas democráticas, asuman su responsabilidad y actúen solo el beneficio de la sociedad y no para un rédito político o incluso personal.

No son los funcionarios policiales quienes puede crear un ambiente de estado represivo sino solo sus superiores y los gobernantes.


Un lenguaje de ‘signos’

Cuando un ministro de Interior, delegado de Gobierno o jefe policial ordena disolver una manifestación, está transmitiendo el doble mensaje de exhibir el poder que ostenta y al mismo generar miedo en los manifestantes para poder controlarlos y disuadirlos de futuras reivindicaciones. Es el poder de la coerción al amparo por la ley.

Del mismo modo, cuando un manifestante lanza piedras contra los antidisturbios, quema contenedores o rompe escaparates, amén de su vandalismo (equiparable a la violencia policial en el lenguaje de signos que ambos comparten) transmite a quien gobierna un mensaje de desacuerdo. 

Se establece así un diálogo, que casi siempre tiene su génesis en las desigualdades y en la injusticia social, y que está caracterizado por una violencia que a su vez genera violencia y solo con violencia se puede (y a  veces se quiere) combatir. 

No olvidemos que la violencia es una carretera que tiene dos sentidos. Como también lo es el diálogo.


Colofón

Los principales responsables de las salvajadas que se produjeron en Madrid el 25 de septiembre y de la impunidad de algunos funcionarios policiales (con el rostro oculto y sin el número de su placa visible) que vulneraron la normativa, son quienes les dieron órdenes y luego defendieron su “excelente” actuación con una hipócrita postura que cargó responsabilidades en los manifestantes violentos (que los hubo, como también policías disfrazados de manifestantes que presuntamente excitaban a las masas) y apenas sobre el oficial de policía que ordenó a los antidisturbios entrar en la estación de Atocha y con el resultado de apaleamientos a ciudadanos que no se habían manifestado y solo esperaban la llegada de un tren.


7 comentarios:

  1. Me parece muy simple y algo sectario el análisis. La responsabilidad de las extralimitaciones cometidas, será la que determine la investigación pertinente. Claro que obedecen órdenes y que, en la actuación en general, puede detectarse el tono de esas órdenes. Pero absolver así, de entrada y sin más análisis, cualquier posible actuación personal, decretando que la culpa la tendrá el jefe, es demasiado simple. Un sicópata ente los panaderos tiene una capacidad limitada de daño. Si es un policía, la cosa es peor. Yo también creo que la diferencia entre el comportamiento de la policía en las manifestaciones del 15M y el del 25S obedece a las instrucciones recibidas, pero, si hubiera indicios de extralimitaciones, el análisis debe de ser un poco más riguroso.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Le agradezco su segundo y extenso comentario que, para no aburrir quienes nos lean, he preferido no publicar y en todo caso tratar con usted por otro conducto siendo que nuestras respectivas posturas están mas que claras y estimo que son más coincidentes que discrepantes como tal vez compruebe en mi respuesta a Haveloc.
      Saludos.

      Eliminar
  2. Simple tal vez sea el artículo, sectario lo dudo. Ser sectario equivale a abogar por el fanatismo y la intransigencia y quien escribe este artículo no defiende lo uno ni lo otro sino solo los derechos inherentes al ser humano como su dignidad y la exigencia a vivir en libertad y sin represiones ni opresión.

    Discrepo con algunas observaciones del señor/señora “Omega”:

    1-Dice Omega que “...pero absolver así, de entrada” , sin embargo, en este artículo no se pretende absolver a nadie. Reproduzco textualmente un fragmento: “No es mi objetivo defender la labor de los policías ni tampoco criminalizarlos, sino solo analizar su trabajo en un contexto sociológico concreto y dejar claro que las responsabilidades habrá que exigirlas a quienes mueven las piezas y dirigen el cotarro”.

    2-Dice Omegra que “...decir que la culpa la tendrá el jefe, es demasiado simple”, cuando en el artículo nada se dice de ‘culpas’ sino solo de ‘responsabilidades’, pues son dos términos completamente distintos en lo que a enjuiciamiento de un comportamiento respecta. Algún sesgo debe tener quien pueda confundirlos.

    3-Dice Omega que “un sicópata ente los panaderos tiene una capacidad limitada de daño…”, lo que demuestra que no ha llegado a entender la simple (esta vez sí) intención de ampliar a cualquier colectivo la probabilidad estadística de contar entre sus miembros con personalidades violentas. Además, percátense el señor/señora Omega queque el término ‘psicópata’ siempre aparece entrecomillado y en cursiva, un detalle que debería bastarle para conocer la intencionalidad con que ha sido utilizado.

    4-Dice Omega que “el análisis debe de ser un poco más riguroso”, cuando la intención de quien lo ha escrito no es siquiera hacer una análisis, ni mucho menos riguroso, sino solo una aproximación encaminada a:

    -no criminalizar genéricamente a todos los policías, algo que sí que sería 'sectario', 'simple' y 'condenatorio' como tantos han hecho estos días
    -entender las posibles y terribles repercusiones de las órdenes de los mando policiales dirigidas a unos funcionarios que, evidentemente, no son panaderos y que en su trabajo se exponen a (cito de nuevo el artículo entre comillas) “… situaciones límite en las que dos estímulos contradictorios desencadenan unas respuestas atávicas que van asociadas a los mecanismos que regulan el estrés y el instinto de supervivencia”. Limitarse sin mas a demonizar a los policías al considerarlos unos violentos con licencia (aunque muchos lo sean) sería 'simplificar' una cuestión mucho más compleja.
    -condenar la violencia, incluso como un último recurso y por muy mucho que se agoten otras vías

    Noto en falta una matización por parte del señor/señora Omega al atribuir un sectarismo a este artículo.
    Ignoro a qué fanatismo, intransigencia, dogmatismo, intolerancia, partidismo o proselitismo puede obedecer el sectarismo que se le atribuye a alguien que como el autor de este artículo, precisamente en este tema, podría haber caído en la tentación de ser irracionalidad y visceral en base a los muchos palos físicos que en su juventud recibió por parte de las fuerzas del orden público.

    ResponderEliminar
  3. La figura del "gobernador civil" pertenece al régimen de Franco.No existe más.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Llevas razón Enrique.
      A veces el subconsciente nos gasta malas pasadas (Freud lo llamaba 'actos fallidos') cuando emociones que van asociadas a palabras nos hacen confundirlas sin que nos demos cuenta. Policía, represión, franquismo, gobernadores civiles, patria... han ido tantos años años cogidas de la mano que asumo mi errata como consecuencia de una asociación de ideas.
      Confío que ningún delegado de gobierno se haya sentido ofendido ni tú tampoco.

      Eliminar
  4. Disculpe, pero hasta en el ejército puedes negarte a cumplir una orden si es contraria al ordenamiento jurídico. Tienes sus consecuencias, obviamente, pero puede (y debe) hacerse. Y nada impide que un policía detenga a otro por vulnerar, por ejemplo, el derecho a la integridad física y moral de un ciudadano, más cuando este sólo ha ejercido el derecho de reunión o ni eso, que estos días parecía que pasearse por según qué calles de Madrid era delito. Proclamar que las ordenes se obedecen y punto es querer quitarle responsabilidad a quien realmente la tiene.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Completamente de acuerdo, señor/señora Haveloc.
      Sin duda comparto que si un policía ejerce violencia injustificada contra un ciudadano está cometiendo un delito del que ES RESPONSABLE y por el que TIENE QUE PAGAR.

      Pero el tema de la "responsabilidad" que trato en el artículo lo enfoco desde otra perspectiva para reflexionar sobre algunos factores como la disciplina militar a que están sometidos los policías; la coacción que sufren y les 'fuerza' a cumplir órdenes si no quieren sufrir castigos y quedarse sin trabajo; la presión psicológica inherente a su difícil trabajo y la violencia que esta presión puede generar.
      En ningún momento 'justifico' a los policías violentos quienes, por supuesto, individualmente son responsables de cualquier acto ilegal que cometan.

      Relea el artículo y probablemente entenderá a que 'otra responsabilidad' me refiero: la responsabilidad que atribuyo a los jefes policiales, políticos y gobernantes; también la responsabilidad de los intereses políticos quehacer que utilicen como peones a los policías; la responsabilidad del sistema militar que impera en la jerarquía policial y que impone una obediencia ciega de estos funcionarios; a la responsabilidad de quienes causan las injusticias sociales que impelen a que los ciudadanos nos manifestemos en defensa de nuestros derechos...

      Reléalo sin sesgos apriorísticos y verá como igual se encuentra con un mensaje que tal vez no he sabido expresar.

      Eliminar