lunes, 13 de agosto de 2012

EN EL 50 ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE MARILYN MONROE






Coincidiendo con el 50 aniversario de las muerte de Marilyn Monroe, he leído en algún sitio que la actriz tenía un coeficiente intelectual de 168; que adoraba leer a Tolstoi, a Whitamn y a Milton; que recibió clases en el Actor´s Studio de Lee Strasberg, a quien, por cierto dejó parte de su herencia. Y he concluido que todo mito tiende a ser mitificado, sobre todo si, transcurridos tantos años después de su muerte, aun suscita las mismas reacciones de veneración como si aun viviera.

También he leído que el dramaturgo norteamericano Arthur Miller dijo en cierta ocasión que Marilyn (con quien estuvo casado cinco años) tenía una gran biblioteca pero nunca la vio terminar un solo libro. Y no me ha importado descubrir tamaña atrocidad, o al menos debería serlo para quienes amamos la lectura.

De pronto, mientras escribía el esbozo de esta crónica (que procede de un comentario que hice en una red social) he levanto los ojos del teclado y tras encender un cigarrillo imaginario (hace dos años que no fumo), he contemplado la foto que ilustra el artículo y que un buen amigo, Gerardo Rivas, había colgado en Facebook junto a un panegírico que con su fluida prosa dedicaba a nuestra querida Marilyn.

Y de pronto, no he concedido ninguna importancia a que la preciosa actriz fuera, o dejara de ser, esa rubia tonta que muchos, despectivamente, creyeron ver en ella y que aun hoy otros, debaten cuestionando su inteligencia y sus cualidades artísticas sin llegar a conclusiones determinantes.

Porque soy consciente de que adoro a Marilyn, y porque sé que con eso me basta. Como sé también que ese implacable juez que es el tiempo, le ha conferido la categoría de gran actriz cuya prestancia y “savoir faire” delante de las cámaras fue más allá del “intrascendente y sensual contorneo de caderas de una rubia oxigenada que era incapaz de meterse ni siquiera en su propio papel” como algunos dijeron. Algo que Marilyn sufrió intensamente (creía ser una mala actriz)  al haber interiorizado un sentimiento de minusvalía profesional, y hasta vital, como consecuencia de una desgarradora baja autoestima).

Vuelvo a mirar  de nuevo la foto, y esta vez sonrío y apago el puñetero cigarrillo, que ni siquiera me ha hecho toser, alegrándome de haber dejado de fumar.

Contemplo la foto una vez más, ahora con embeleso, y pienso que debe formar parte de la colección privada de mi amigo Gerardo. Y al llegar a la conclusión de que Marilyn Monroe que seguirá viva "forever and ever" para quienes la amamos, le doy gracias infinitas a Dios, o a quien sea, por tan hermoso regalo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario