domingo, 20 de noviembre de 2011

REFLEXIÓN ELECTORAL DURANTE EL DESAYUNO DEL 20-N





Vale, reconozco que tal vez muchos tengan razón y que votar solo sirva para manifestar un deseo y nada mas.



Admito que haber votado en los últimos decenios no ha impedido que se den situaciones como la actual crisis o la irresistible ascensión de la corrupción y de tantos chorizos "demócratas" electos y ahora presuntos de todo menos de sus ilegítimas riquezas (que de presuntas no tienen nada).



Confieso también mi escepticismo a la hora de acudir a las urnas y hago público que solo pienso ejercer la mitad de mi derecho al voto, pues voy a votar en blanco al senado por obsoleto y por ser tan innecesario, en la actual coyuntura, como un cementerio de elefantes en pleno centro de Madrid.



Se que nada cambiará mañana si hoy me quedo en casa (además, está lloviendo). Que digo mañana, ¡esta misma noche!, justo a las doce cuando, mientras unos dan saltos de triunfo en el balcón de una sede a ras de vuelo de gaviota, otros atrasan sus relojes hasta el año en que abortar era un pecado institucional o el matrimonio homosexual una total aberración. 



Pero, querido lector de estas reflexiones de café con leche dominical y matutino, piensa que aunque nada cambie porque yo no vote, tú no votes y ellos no voten, nunca sabremos lo que podría haber sucedido si no nos hubiéramos quedado en casa cientos de miles y hasta millones de ciudadanos.



Para llegar a tener fuerza moral, e incluso para luchar contra ese sistema "menos malo" que hoy rige nuestro destino a través de la política...

Para que sea la razón de la lógica quien gobierne este santo país y no la irracional ambición de la banca y del poder económico en general...

Para sentirse con derecho a tener una ilusión y a esperar un futuro mejor.

..

Para que todo esto se cumpla, debemos acudir a votar aunque en nada creamos mas que en la utopía de hacer realidad nuestros sueños.



Es muy probable que, pese a nuestro voto, sean "ellos" quienes continúen decidiendo por nosotros.

Pero no olvidemos que el peligro acecha y seguirá acechando y que no votar, además de una opción, tal vez sea el mejor modo de claudicar ante la resignación del pataleo como único recurso.


Alberto Soler Montagud

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