sábado, 29 de mayo de 2010

LA ABSTENCIÓN DE CiU IMPIDE UNA "TRAGEDIA GRIEGA"





Hace más de un año la opinión pública internacional asistió a una encarnizada batalla entre Hillary Clinton y Barack Obama cuando ambos aspiraban a la candidatura por la presidencia de los EEUU. Eran dos luchadores en la arena de un circo donde no había mas reglas que el respeto a la Constitución, y todo estaba permitido, incluso los golpes mas bajos. Cuando salió vencedor Obama, se operó un repentino cambio en la actitud de la señora Clinton que, de enemiga acérrima, pasó a convertirse en la mas fiel aliada de quien hasta entonces había sido su "enemigo". Para que sucediera algo así solo hicieron falta dos sencillos ingredientes: una dosis de profesionalidad política por ambas partes y el hecho de compartir un "objetivo común". Fue un alarde de "savoire faire" político que sin duda llegaría a ruborizar a mas de un político de un país en el que tan faltos estamos de unos auténticos profesionales de la gestión del poder en los ámbitos públicos.

Y si saco esta anécdota a colación es porque, precisamente ahora, estamos inmersos en un grave problema social cuya resolución tendría que ser el "objetivo común" de un gobierno y una oposicison que son incapaces de aparcar sus diferencias para emplearse fondo, y por una vez juntos, en la gestión de la actual crisis económica. Pero, al parecer, ni el señor Zapatero ni el señor Rajoy están por la labor de trabajar juntos. Sobre todo el líder popular que sigue viendo más rentable apostar por un apocalíptico catastrofismo (con miras a allanar su camino hacia la Moncloa) que aportar sus ideas (si realmente las tiene) para colaborar con el Gobierno.


Sin duda, el oficio de político es todo un arte que debería llevar inherente una preparación de la que la que carece una gran parte de las señorías que hoy ocupan su escaño en las Cortes. Y no solo formación, también capacidad para sintonizar con la ciudadanía, aplomo, serenidad, facilidad para entrar en diatribas sin incurrir en la mala educación, y sobre todo ser capaces de ofrecer credibilidad y transmitir confianza mediante mensajes positivos, eficaces y eficientes.

Por desgracia, nuestra paupérrima nómina de políticos carece de profesionales capaces de salir airosos ante situaciones como la que ayer se vivió en el Congreso de los Diputados durante la sesión de votación de las medidas para el recorte del gasto público.

Tan solo la intervención del portavoz de Convergència i Unió (CiU) Josep Antoni Duran i Lleida, fue verdaderamente digna ya que, siempre a mi juicio, consiguió revalidarle como la principal figura emergente de nuestro actual panorama político.

El discurso de Duran i Lleida fue tan duro como convincente y, sobre todo, dio muestras de un inusual sentido común al ofrecer una auténtica lección de Estado a muchos de los acérrimos "españolistas por encima de todo" con quienes comparte hemiciclo.

Durán i Lleida optó por la abstención y fue gracias a ella que el Gobierno socialista consiguió la aprobación del recorte de gasto publico por la mínima diferencia de un voto. El diputado y portavoz catalán justificó su postura argumentando que, si el recorte propuesto no salía aprobado, se empeoraría considerablemente la situación ya que por encima de todo había que conseguir que España “no sea intervenida como Grecia”. “Todo el mundo sabe lo qué pasaría si el Gobierno no tuviera capacidad de aprobar este decreto ley: los mercados reflejarían una caída importante de la bolsa y castigarían aún más nuestra deuda”, puntualizó Duran i Lleida durante su discurso.

Sin embargo, y pese al balón de oxígeno que el partido nacionalista insufló al Gobierno, Duran i Lleida criticó duramente la gestión de Zapatero al decirle que su etapa "está finiquitada y ya no se aguanta más".

Por otro lado, la intervención de Duran i Lleida eclipsó a la de Mariano Rajoy quien, pese a sus esfuerzos por mostrarse correcto en todo momento, perseveró en su línea de criticar por sistema sin aportar soluciones concretas, prácticas y adecuadas al dificil momento que atravesamos.

Con su discurso de ayer, el portavoz en Madrid de CiU consolidó a su partido como la opción "menos mala" de un “partido-bisagra” que asegure la estabilidad del Gobierno hasta que se convoquen nuevas elecciones generales.

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