viernes, 30 de abril de 2010

CUANDO LOS CÓMICS AUN SE LLAMABAN TEBEOS





Con la última novela de la exitosa saga Wallander de Henning Mankell, no tuve mas remedio que asumir, con estoica resignación, que el entrañable inspector de policía sueco se había hecho mayor, su hija Linda le había dado una nieta y su diabetes le obligaba a inyectarse insulina al tiempo que comenzaba a presentar unas preocupantes lagunas de memoria cuando apenas acababa de cumplir los sesenta años.

Me pareció una desconsideración por parte del autor permitir que tamaña decadencia se cebara con alguien que nunca debería haber cumplido años. Supongo que, en cierto modo, Mankell siempre quiso compartir el paso del tiempo con quien, sin duda, ha sido su alter ego desde que escribió la primera novela de una exitosa serie que ha conseguido algo tan insólito como que lectores mediterráneos, orientales o australianos (por poner tres ejemplos) hayan sintonizado con los usos y costumbres de una cultura, la sueca, tan distinta y distante de las suyas propias.

Lo cierto es que, muy a pesar de mi convicción de que los héroes nunca tendrían que envejecer, sucumbí resignado ante la evidencia de que Kurt Wallander estaba a punto de jubilarse.

Hoy sin embargo, la indignación ha hecho de nuevo mella en mi estado de ánimo cuando he leído en la prensa que Juan Boix y Ricard Ferrándiz han decidido resucitar a un superhéroe de mi infancia, El Capitán Trueno, a través de una única entrega (El Capitán Trueno. El ultimo combate. Ediciones B) en la que el intrépido personaje, ya cincuentón y canoso, viudo tras la muerte de Sigrid y acompañado de un maduro Crispín y un envejecido Goliath, tiene que afrontar una ultima aventura que, para colmo de males, termina con la muerte de quien fue un referente de mi ya remota infancia.

Una vez más me he acomodado en el refugio de la resignación y no he tenido mas remedio que admitir que, también yo, me estoy haciendo mayor.


No hay comentarios:

Publicar un comentario